Los simuladores se pueden definir como un conjunto
de ecuaciones matemáticas que modelan en forma ideal situaciones del mundo real.
La computadora a través de simulaciones elabora representaciones de conceptos y
fenómenos que se sustenta sobre algún modelo que ha sido validado por la
comunidad científica.
Estos recursos están conformados
por diversos elementos, tales como: vídeos, animaciones, gráficos interactivos,
audio, narraciones, etc. (Casanovas, 2005). Giordan y de Vecchi (1998), afirman que
las simulaciones permiten apoyar la construcción del tejido conceptual que el
estudiante está conformando.
Por su parte, Lion (2006) explica
que los este tipo de software permite la construcción de modelos en los cuales
se representan objetos, atributos de los objetos y relaciones entre predicados
científicos”. Para esta autora, las posibilidades que ofrecen estos recursos de
modificar parámetros, posiciones relativas y procesos, posibilitan " que los estudiantes ensayen, prueben y se arriesguen a
equivocarse. Ayudan a representar eventos del mundo real lo más cercanos
posibles a como aparecen en la realidad”.
En esta misma línea, Gras Martí et al. (2009)
sostienen que "En general, todas las simulaciones presentan alguna
posibilidad de modificar los parámetros de la simulación con el fin de observar
y analizar las consecuencias que tienen estos cambios sobre el proceso en
estudio."
En este sentido resulta interesante recuperar
la oportunidad pedagógica que representa para el estudiante poder visualizar e
identificar claramente cuáles son las variables dependientes e independientes
en un determinada práctica y analizar cómo se interrelacionan y qué ocurre
cuando se modifica una o varias de las mismas. Por ejemplo, para estudiar el
movimiento de un cuerpo sobre un plano inclinado, se puede partir reiterar una
misma experiencia con rozamiento o sin rozamiento, modificando la masa del
cuerpo, variando el ángulo del plano, etc. Los resultados “más limpios” que los
de una práctica de laboratorio real permiten acceder mejor a la explicación de
los fenómenos estudiados.
Asimismo, el grado de interactividad que
caracteriza en menor o mayor grado a estos recursos permite a los estudiantes
formular hipótesis iniciales, explorar e identificar la influencia de
determinada variable sobre un fenómeno
en particular, contrastar resultados, elaborar conclusiones y explicar
lo ocurrido utilizando un marco teórico dado.
Sierra (2003) afirma que “el uso de
simulaciones multimedia, acompañadas de un programa guía de actividades
adecuado, favorece que la información no se presente a los alumnos de manera
expositiva, sino en un entorno abierto de aprendizaje en el que se promueva que
sean ellos mismos quienes construyan su propio conocimiento, mediante la
indagación, la resolución de problemas, los razonamientos hipotético-deductivo
e inductivo y el trabajo cooperativo entre compañeros.”
Es entonces la intencionalidad pedagógica la
que debe definirse al momento de elegir entre incluir en nuestras clases una
animación, un laboratorio real asistido por computadora o una simulación. Cada
recurso debe seleccionarse considerando el contexto particular en que va a
utilizarse y la intencionalidad educativa explicita a la que intenta darse
respuesta. Las tecnologías por sí mismas no aseguran avanzar en el desarrollo de nuevas
habilidades cognitivas.
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